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Es por excelencia el monumento que podemos calificar como emblemático del Ayuntamiento de Guntín de Pallares, un monumento lleno de historia y de arte.

La fecha de su fundación se fija en el año 909 por los condes D. Ero y Doña Elvira.

A partir del año 909 ya aparecen documentos no sólo escritos sino también iconográficos escritos en la piedra.

De estos documentos podemos deducir que el conde D. Ero se retiró en los últimos años de su vida y que allí falleció y fue enterrado. Cuando este falleció, ingresó en su lugar Doña Elvira, según se desprende de la donación hecha en el año 917. El hecho de que los fundadores de los monasterios se retirasen a ellos y que fuesen enterrados allí mismo era algo habitual.

Con ayuda de las piedras podemos conocer un poco más de la historia del monasterio. Así, en una de las paredes del priorato-rectoral hay una piedra con motivos claramente castrenses que podemos identificar como pertenecientes a la anterior iglesia visigótica. De este alto medievo es también un sepulcro de tipología ya poco antropomorfa que se encuentra haciendo de pilón en una fuente que hay cerca del complejo monasterial.

Dejamos atrás el alto medievo para adentrarnos en una rica etapa que situamos en los siglos XI e XII. Encontramos entre los documentos escritos el titulado "Carta de Mourelos", fechado el día 6 de diciembre de 1094 en el que un tal Suario, hijo del cónsul Munio, con el consentimiento de su mujer, Doña Sancha, hija del Conde Vela, dona la sexta parte del monasterio a Santa María de Lugo (Catedral). Es esta la primera conexión entre el monasterio y la sede episcopal. Una segunda conexión es con Samos, según dice el estudioso Ángel del Castillo, quien cita textualmente "los hermanos don Rodrigo y doña Elvira Muñiz, descendientes de los fundadores, trajeron monjes de San Benito, a últimos del siglo XI, o principios del XII. Fue abadía hasta el año 1517 en el que se unió al. Monasterio de Samos, por bula de León X."

En una de las galerías del lado este del claustro, junto a la puerta sur de la iglesia, encontramos una caja de cantería cubierta con una tapa plana también de forma rectangular. La forma es muy similar a la del sepulcro del Obispo Pedro I que se encuentra en la catedral de Lugo. Ambos ejemplares muestran con claridad el estilo de las cajas mortuorias de piedra propias del siglo XII. En la lápida podemos ver una inscripción que traducida al castellano dice: "aquí yace el Conde Munio Peláez, que murió en la era de 1183 y en el día doce anterior al de las Kalendas de octubre".

Otro tipo de inscripciones las encontramos empotradas en la pared del Priorato-rectoral que da al patio exterior. Está en una piedra de cantería que está partida por el centro. Consta de tres líneas de una difícil lectura al estar hendida por la mitad y faltarle alguno de los laterales. Aún así, consiguieron descifrar lo que pone en ella, que traducido al castellano viene diciendo "en la era centésima quincuagésimo octava, después de la milésima, fue hecha esta obra. Rarilu la hizo" que quiere decir que en la era del 1158 (año 1120 de nuestra era cristiana) se construyó esta obra y que la hizo Rarilo. En el año que ahí figura seguro que aún no se iniciara la construcción de la iglesia, también románica pero terminada un siglo después. Se cree, por lo tanto, que se debe referir a la construcción de un nuevo monasterio o de una nueva residencia de los monjes. Es muy lógico pensar que en este tiempo el antiguo monasterio, además de su típica pobreza propia del alto medievo, tenía que ser pequeño y estar semiarruinado.

Otra de las inscripciones que encontramos se localiza a la derecha de la descrita anteriormente, y tiene tallada una cruz de tipo procesional de brazos iguales. Debajo de los brazos transversales cuelgan las letras del alfabeto griego Alfa y Omega. El significado que le encontramos es que la cruz simboliza a Cristo y las letras significan el principio y el fin, con lo cual en conjunto quiere decir que Cristo es el principio y el fin de todo.

Todo el actual complejo, a excepción del Priorato-rectoral, es obra de cuatro etapas fundamentales. La primera de ellas pertenece toda a la estructura románica de la iglesia. En una segunda etapa fue cuando se hizo la capilla-panteón de los Taboada. Posteriormente se construyó el claustro y por último la torre.

Aunque todas tienen importancia nos fijaremos en la primera de ellas y así comenzaremos haciendo alusión a la planta de la iglesia. Consta de una nave rectangular cubierta de madera y a dos aguas, de ábside de tramo rectangular y cabecera semicircular que se cubren respectivamente con bóveda de cañón y cuarto de naranja.

Su forma es muy similar a la de muchas iglesias repartidas por la provincia y que pertenecen a lo que podríamos llamar románico rural, con una salvedad: las dimensiones que ésta alcanza. Son precisamente estas dimensiones las que hacen que el número de puertas sea de tres y no de dos como venía siendo habitual. La orientada hacia el poniente es la más monumental de todas ellas. La norte, que en tiempos daba acceso a la iglesia, hoy en día se encuentra tapiada; la sur comunica el templo con el claustro, que se supone que era la que usaban los monjes para entrar en la iglesia desde el monasterio. El ábside era el elemento por el que se iniciaban las iglesias y, por lo tanto, el elemento más antiguo. El de Ferreira en su interior se conserva en su estado original, si bien por el exterior sufrió alguna reforma.